Hay quien reparte, y le es añadido más,
Proverbios 11:24-30
Y hay quien retiene lo que es justo, solo para venir a menos.
El alma generosa será prosperada,
Y el que riega será también regado.
Al que retiene el grano, el pueblo lo maldecirá,
Pero habrá bendición sobre la cabeza del que lo vende.
El que con diligencia busca el bien, se procura favor,
Pero el que busca el mal, este le vendrá.
El que confía en sus riquezas, caerá,
Pero los justos prosperarán como la hoja verde.
El que turba su casa, heredará viento,
Y el necio será siervo del sabio de corazón.
El fruto del justo es árbol de vida,
Y el que gana almas es sabio.
Notas
Tanto creyentes como no creyentes a menudo simplifican demasiado las Escrituras o interpretan la palabra de Dios para adaptarla a las prioridades nacionales del momento. En un país donde la economía es una preocupación primordial, es fácil leer Proverbios y suponer que la generosidad conduce directamente a la riqueza personal. Sin embargo, las Escrituras no promueven el dar como una forma consumista de obtener más. La Biblia revela la paradoja del dar: cuanto más damos, más recibimos, no necesariamente en términos monetarios. Ofrecemos nuestro tiempo, bondad, el beneficio de la duda, compasión, esperanza y amor. Muchas formas de generosidad son imposibles de medir o cuantificar.
Parte de la paradoja reside en que, cuando damos con alegría y buena voluntad, a menudo no nos damos cuenta de lo que hemos ganado con ese acto. La generosidad en nombre de Dios no es transaccional. No damos una suma y luego recibimos esa cantidad más intereses como recompensa. Esos son conceptos humanos, no divinos. Estamos llamados a «dar y soltar», lo que significa que damos fielmente incluso si no hay una recompensa inmediata. No podemos garantizar un retorno ni resultados específicos. Nuestras vidas no deben estar apegadas a las riquezas terrenales, sino que deben reconocer la fortuna y la gloria indeterminadas de seguir a Cristo, que no se pueden medir en términos mundanos.
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En la reflexión “La Bendición De Dar“, aprendimos que no basta con ser generoso; también reconocemos la importancia de no abusar del sistema ni privar a otros de lo que les corresponde. En una sociedad llena de ricos y pobres, el camino fácil es velar por uno mismo. De hecho, nuestra cultura celebra el poder del individuo y la mentalidad de la “supervivencia del más apto”. Sin embargo, programas, categorías, prejuicios, estigmas y políticas impiden constantemente que las personas reciban los beneficios que legítimamente merecen. Ser creyente significa no caer en la trampa de un juego de suma cero ni centrarse únicamente en una comunidad de creyentes. Estamos llamados a dar con generosidad y fidelidad, independientemente del mérito del beneficiario. La paradoja de la generosidad reside en que no es una fórmula, un algoritmo ni un sistema que debamos seguir para ser ricos. La naturaleza misma de una paradoja implica una contradicción. La idea de dar más a medida que se gana más resulta inconcebible en una cultura abrumada por las preocupaciones financieras. Sin embargo, Cristo abordó el tema de la provisión en Mateo 6:26-30, instruyéndonos a no preocuparnos, sino a confiarle nuestras inquietudes, porque es amado y cuidado. No actuamos con generosidad como un depósito para el futuro. En cambio, solo podemos dar libremente con alegría, renunciando al control y al poder.
Así como las estaciones de la naturaleza, las riquezas también son efímeras. Estamos llamados a no confiar en las riquezas, tal como aprendimos en La Fuente de Fortaleza que no debemos confiar en caballos, carros, la economía, Wall Street, la Casa Blanca, la ley ni nuestra cuenta bancaria. Como una hoja que se marchita, todas esas entidades nacen y mueren. En cambio, si confiamos en Dios, prosperaremos como una hoja verde, como un árbol de hoja perenne, que jamás se marchita.
En lugar de un intercambio, debemos ver la generosidad como una oportunidad de reciprocidad. El dicho reza: «Quien sufre, hace sufrir». ¿Qué podría significar entonces que «la generosidad engendra generosidad»? Si nos enfocamos más en dar de buena fe y nos preocupamos menos por el resultado, nos liberamos del control que, honestamente, nunca tuvimos y le devolvemos la gloria al Señor. Compartimos la misión común de dar en lugar de recibir, de actuar con honestidad y de confiar en el Señor en lugar de en nosotros mismos.
«Lo que buscas para los demás, lo obtendrás para ti» – Derek Kidner (Comentario Tyndall del Antiguo Testamento)
Versos de Memoria

Caridad. Alphonse Legros, 1837 – 1911. El Rijksmuseum
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Invitación a la Oración

Preguntas de aplicación
- ¿Cómo puedes aplicar el principio de dar generosamente y recibir aún más a tus finanzas?
- ¿Cómo puedes combatir la tentación de la avaricia y el impulso de acumular más de lo necesario en lugar de compartir lo que tienes con los demás?
- ¿Cómo influye en tu perspectiva sobre la seguridad financiera y la fidelidad la frase «Quien confía en sus riquezas caerá, pero el justo prosperará como una hoja verde»?
- ¿De qué maneras prácticas puedes demostrar tu confianza en Dios en lugar de en el dinero?
- ¿De qué maneras buscas activamente el bien en tu vida? ¿Cómo buscas activamente el mal? ¿En qué se diferencian estas dos acciones?





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