Pero yo pondré mis ojos en el Señor,
Esperaré en el Dios de mi salvación.
Mi Dios me oirá.
No te alegres de mí, enemiga mía.
Aunque caiga, me levantaré,
Aunque more en tinieblas, el Señor es mi luz.
La indignación del Señor soportaré,
Porque he pecado contra Él,
Hasta que defienda mi causa y establezca mi derecho.
Él me sacará a la luz,
Y yo veré Su justicia.

Miqueas 7:7-9

Notas


A veces se puede presumir que los clamores escritos por los profetas mayores y menores son siempre de lamento, consternación y desesperanza. Sin embargo, Miqueas claramente clama con asombro y alegría ante la provisión, la misericordia y la devoción del Señor. Es la naturaleza humana la que nos impulsa a considerar primero los sistemas, las estructuras y las relaciones humanas, o incluso a nosotros mismos, pero se nos recuerda que en todo debemos tener esperanza en el Señor y esperar en él porque sabemos que escucha nuestras voces.

Todos hemos pecado y no hemos alcanzado la expectativa de ser herederos del reino de Dios. Sin embargo, a pesar de nuestras fallas, cuando miramos al Señor y confiamos en Él, creemos que, a pesar de estar abatidos, nos levantaremos de nuevo. No podemos confiar en nuestra liberación rápidamente, ni siquiera durante nuestro tiempo en esta tierra. Estamos jugando a largo plazo, viviendo en fe, no porque sepamos con certeza lo que nos depara la eternidad, sino porque confiamos en Cristo Jesús. Nuestros enemigos, detractores y críticos deben ser advertidos de que pueden obtener victorias temporales, pero la victoria en el Señor es definitiva y eterna.

Aunque Miqueas habla en primera persona, habla en nombre de Israel, su pueblo y su comunidad. Habla de su pecado contra el Señor y se prepara para soportar la ira que merece. Esto nos recuerda que la salvación no se limita a nosotros individualmente, sino que también es comunitaria. ¿Cómo puede la iglesia de este país hablar de salvación si ella misma está dividida? No podemos conformarnos con nuestra propia salvación, sino que debemos reconocer nuestra parte en la comunidad, cómo nos tratamos unos a otros y cómo podemos reparar lo que se ha roto.

Como creyentes, reconocemos que hemos pecado y que merecemos el castigo. Debemos soportarlo, soportarlo lo mejor que podamos, hasta que la justicia del Señor interceda y suplique por nuestra redención. No debemos buscar escapatorias, caminos fáciles ni el camino de menor resistencia. Debemos soportar la ira que merecemos, y aun así, debemos hacerlo llenos de la esperanza de que Dios tendrá misericordia de nosotros, tal como lo ha prometido. La redención y el perdón que Dios nos ofrece son mucho mayores que cualquier poder, riqueza, influencia o indulgencia que pudiéramos concebir. Es por medio del Señor que anhelamos, atraídos por la luz, deseosos de escapar de los peligros de la oscuridad.


Versos de Memoria

J. H. Field. Sin título [Ramas delgadas bajo un sol brumoso], c. 1869-1936. Instituto de Arte de Minneapolis

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Imagen de portada: Gerard Bilders. Estanque del bosque al atardecer, c. 1862. Rijksmuseum

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