Así dice el Señor: «Maldito el hombre que en el hombre confía,
Jeremías 17:5-8
Y hace de la carne su fortaleza,
Y del Señor se aparta su corazón.
-»Será como arbusto en lugar desolado
Y no verá cuando venga el bien;
Habitará en pedregales en el desierto,
Una tierra salada y sin habitantes.
-»Bendito es el hombre que confía en el Señor,
Cuya confianza es el Señor.
-»Será como árbol plantado junto al agua,
Que extiende sus raíces junto a la corriente;
No temerá cuando venga el calor,
Y sus hojas estarán verdes;
En año de sequía no se angustiará
Ni cesará de dar fruto.
Notas
Es difícil no depositar nuestra plena confianza en las personas, ya sean padres, pastores, filántropos o políticos. Nuestra sociedad nos bombardea constantemente con mensajes diseñados para animarnos a confiar en esta empresa, en aquella persona o en esta política. En definitiva, confiar en el hombre es una maldición. Una maldición similar a un arbusto en el desierto que carece de nutrientes, lucha contra el tormento y el fruto que produce es hueco y seco. Esto sirve como advertencia: confiar en la carne y la sangre tiene sus límites. Imperios, naciones y hombres surgen y caen. Solo Dios permanece, y es en Él en quien debemos confiar. Aquí es donde entra la fe. Aunque confiemos en lo invisible, no significa que actuemos en vano.
¿No parece que, rodeadas de negatividad y caos, nuestras vidas tienden a caer en la lucha y el desorden? Si confiamos en el hombre, nos adentramos en el desierto, donde emergen la escasez y los extremos. Esto sucede cuando abandonamos el cuerpo de la iglesia, dejamos de confiar en Dios por el hombre y valoramos la prosperidad de la Biblia en lugar de la convicción y la verdad.
Quienes confían en el Señor, tanto en las buenas como en las malas, son comparados con un árbol plantado junto al agua, que recibe alimento constante. Aunque sople el viento o el sol azote, el árbol permanece vivo, y todo esto sucede bajo la superficie. No vemos las raíces bebiendo agua cristalina y deliciosa, pero sí las ramas, las hojas que se abren y los frutos abundantes como señales de vida. Sin embargo, muchos creyentes malinterpretan este mensaje como si se tratara de posesiones materiales. Ven a alguien con un buen trabajo, una casa elegante, ropa cara u otros símbolos de riqueza. Nos aferramos a la falsa idea de que si somos buenos, Dios nos recompensará en la tierra, a pesar de conocer las historias de Job, Eliseo, Pablo y otros. Muchos que confiaron en el Señor no alcanzaron grandes riquezas; obtuvieron algo aún mayor.
Muchas personas también ven la confianza en el Señor como una red de seguridad, una forma de evitar el daño. Sin embargo, con los ojos abiertos a la verdad, a veces enfrentamos incluso más dificultades que los no creyentes. Podemos confiar en Dios no porque Él nos libre de todos los problemas, sino porque Él está con nosotros cuando las pruebas se nos presentan. Nunca estamos solos, y Dios nunca nos dejará ni nos abandonará (Deuteronomio 31:6).
La ironía de nuestra vida física es que resulta paradójica comparada con la vida espiritual que Dios ha planeado para nosotros. Jesús dijo: «Los primeros serán últimos, y los últimos, primeros» (Mateo 20:16), mientras que nuestra sociedad suele afirmar que ser el primero siempre es lo mejor. Se nos muestra que el dinero, el poder y la belleza deben ser nuestras mayores aspiraciones, pero Cristo habla de fe, esperanza y amor (1 Corintios 13:13); humildad, bondad y dominio propio. Cuando enfrentamos pruebas, necesitamos volver a la fuente de vida. Jesús dijo que quien beba agua viva nunca más tendrá sed (Juan 4:13).
Nuestra confianza debe estar en Cristo, y nunca debemos darle la espalda. Él es quien sustenta el alma; nos guía, nos consuela y se sacrifica por nosotros. Él es el río de vida, no solo temporal, sino para siempre. Aunque hay cosas en acción que no podemos ver ni entender siempre, debemos poner nuestra esperanza en nuestro Creador, Aquel que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo entiende.
Versos de Memoria

Alexandre Calame. Los Alpes, desde varios paisajes, 1851. Instituto de Arte de Chicago
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Invitación a la Oración

Preguntas de aplicación
- ¿Cómo pueden los creyentes, incluso en circunstancias difíciles, seguir siendo fructíferos?
- ¿Cómo podrías, en la práctica, trasladar tu confianza de los seres humanos a Dios?
- ¿Puedes identificar áreas en tu vida donde confías más en ti mismo o en los demás que en Dios?
Imagen de portada: Jan van de Cappelle. Yate de Estado y otras embarcaciones en aguas tranquilas, 1660. Museo Metropolitano de Arte








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