No te gloríes del día de mañana,
Porque no sabes qué traerá el día.
Que te alabe el extraño, y no tu boca;
El extranjero, y no tus labios.
Pesada es la piedra y pesada la arena,
Pero la provocación del necio es más pesada que ambas.
Cruel es el furor e inundación la ira;
Pero ¿quién se mantendrá ante los celos?

Proverbios 27:1-4

Notas


Es natural que confiemos plenamente en el futuro. Es natural que planifiquemos para mañana, la semana que viene, el año que viene o incluso los próximos cinco años. No hay nada de malo en planificar la jubilación, las vacaciones largas y el futuro familiar. Necesitamos planificar sabiamente para el futuro, pero nuestra excesiva confianza en nuestra capacidad de controlar el tiempo presupone los planes de Dios, algo que nadie puede hacer. Nadie conoce la mente de Dios.

En Santiago 4:13-14, el discípulo escribe: «¡Vamos! Los que decís: “Hoy o mañana iremos a tal ciudad, estaremos allí un año, compraremos y venderemos, y ganaremos; cuando no sabéis qué será mañana”». En el versículo 15, en cambio, deberíais decir: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. ¿Confiamos demasiado en nosotros mismos? ¿Oramos durante nuestras sesiones de planificación, implorando sabiduría a Dios? Charles Spurgeon dijo una vez: «Consideren la bendición de no saber qué nos deparará el día». ¿Se imaginan saber cómo será el mañana? ¿Cambiaría eso sus planes a corto o a largo plazo?

A menudo hacemos planes sin considerar las intenciones de Dios para nosotros. Nuestras agendas, planes y consideraciones pueden fallarnos con demasiada facilidad, pero los planes de Dios siempre son perfectos. Su plan perfecto no implica una vida sin dificultades; al contrario, nos brinda sabiduría y guía para afrontar nuestras luchas y decepciones. Nuestra mente es finita, limitada por nuestras propias perspectivas y experiencias. En cambio, la mente de Dios es infinita; Él lo sabe todo en todo momento, comprende cada perspectiva y ve todas las experiencias.

¿Cómo reaccionamos cuando tenemos todo en orden, todo planeado a la perfección, y de repente algo sale mal? ¿Gritamos: “¿POR QUÉ?” o preguntamos cuál es el plan de Dios? Se trata de humillarnos y confiar en Dios en todo. La humildad nos recuerda que Dios es soberano y lo controla todo, no nosotros. En su soberanía, debemos confiar en que él sabe más que nosotros. Cuando nos humillamos, lo hacemos confiando en Dios, quien es más sabio, más poderoso, omnisciente y eterno. Dios nunca cambia; es el mismo ayer, hoy, mañana y por los siglos. Cuando nos humillamos de verdad y confiamos plenamente en él, podemos tener plena confianza en que cumplirá su promesa de nunca dejarnos ni abandonarnos y que ha vencido al mundo. Podemos confiar en sus planes para nuestras vidas, en su gracia, aunque no la merezcamos, y en el don de la salvación.

Por P/ D. Deckard


Versos de Memoria

Imagen: Jo Bezaan. Camino forestal, 1925. El Rijksmuseum


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Invitación a la Oración



Imagen de portada: Joseph Michael Gandy. Paisaje con sol naciente, 1828. Museo Metropolitano de Arte.

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