Dios es nuestro refugio y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios,
Y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares;
Aunque bramen y se agiten sus aguas,
Aunque tiemblen los montes con creciente enojo. (Selah)Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios,
Salmos 46:1-6
Las moradas santas del Altísimo.
Dios está en medio de ella, no será sacudida;
Dios la ayudará al romper el alba.
Bramaron las naciones, se tambalearon los reinos;
Dio Él Su voz, y la tierra se derritió.
Notas
Este Salmo está lleno de simbolismo y lenguaje figurado. Las montañas representan a los asirios o a los líderes mundiales. El mar es la furia altiva de los líderes, y la oleada es el orgullo de esos líderes debido a su interferencia en el orden existente de las cosas. Dios es el poderoso contraste de tal caos, como verás. Dios mora en el lugar más sagrado, la gran ciudad, la morada santa: el cielo. Sin embargo, Él también vive en nosotros que creemos en el evangelio (muerte, sepultura y resurrección de Jesús), y Él nunca puede ser quitado de aquellos que verdaderamente creen.
¿No es esto lo que parece ser el mundo actual? El caos que rodea a las guerras, los rumores de guerras, el orgullo de los líderes mundiales que conducen a sus países a la destrucción y para su propio beneficio. Cultivan su propia notoriedad y sus propios bolsillos con el dinero de sus electores. La riqueza se acumula mientras ocupan sus elevadas posiciones.
Pero Dios… con sus palabras y su voz, nos saca de este caos y nos lleva al amanecer, un lugar de descanso. Nos saca de la oscuridad y nos lleva a su luz maravillosa. Disuelve el temor mediante sus juicios, que contrastan enormemente con el rugido y la furia de las naciones. Sólo Él puede calmar la furia de las naciones y llevar a los reinos a la destrucción o a la fortaleza.
Con Dios, no tenemos por qué temer las cosas de este mundo. Necesitamos confiar en Dios, correr hacia Él y saber que Él juzga a todos los hombres y controla todo. Si no conoces a Dios como tu salvador, no esperes. No hay mejor momento que el presente para recibir Su consuelo, Su brillante amanecer y experimentar Su presencia en tu vida.
¿A quién acudimos en tiempos difíciles? Nadie puede darnos la fuerza y el consuelo que Dios nos puede dar. Él es un consolador divino. El contentamiento no proviene de las provisiones del mundo, sino de la fe, la humildad y una relación con el Dios Todopoderoso y Altísimo, que tiene el control de todas las cosas. Recíbalo, corra hacia Él, apóyese en Él y confíe en Él para las tensiones de nuestra vida y los asuntos del mundo.
-P.D. Deckard
Versos de Memoria

Thomas Moran. El mar resonante, 1886. Instituto de Arte de Chicago
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Invitación a la oración

“Dios de paz, tú estás en el centro de mi vida, un fuerte refugio de paz en el torbellino de mi dolor. Miro hacia ti en busca de fortaleza y de una constante seguridad de esperanza.”
—Joyce Rupp





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