¿Y quién les podrá hacer daño a ustedes si demuestran tener celo por lo bueno? Pero aun si sufren por causa de la justicia, dichosos son. Y no tengan miedo por temor a ellos ni se turben, sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia, teniendo buena conciencia, para que en aquello en que son calumniados, sean avergonzados los que hablan mal de la buena conducta de ustedes en Cristo. Pues es mejor padecer por hacer el bien, si así es la voluntad de Dios, que por hacer el mal.
1 Pedro 3:13-17
Notas
En la vida tendemos a seguir una fórmula sencilla. Si alguien hace el bien, le seguirán cosas buenas. Si alguien hace algo malo, le seguirán cosas malas. Sin embargo, conocemos la historia de Job, que era bueno pero soportó grandes sufrimientos en la tierra. También vemos personas que etiquetaríamos como malas, perversas o corruptas y las vemos ganando y triunfando. Lo que somos llevados a hacer en respuesta al sufrimiento (incluso a la persecución) es considerarlo como una bendición. ¿Cómo es esto posible? La paradoja de esta afirmación nos puede llevar a dos conclusiones:
- Seguir un camino de rectitud y confiar en Dios genera protección para uno mismo. La intervención divina sirve como escudo, protegiéndonos del daño debido a nuestra bondad.
- Lo peor que una persona o entidad podría hacerle a un creyente nunca podría ser tan grave como para causarle un daño eterno. Él/ella puede sufrir daños corporales pero ningún enemigo puede dañar su alma.
Siempre debemos estar dispuestos a compartir por qué tenemos esperanza. Nosotros, como creyentes, no debemos tener fe en las instituciones, los tribunales, los empleadores o los hogares como nuestra liberación. Los presidentes, los jueces de la Corte Suprema, los alcaldes y los empleadores van y vienen y no determinan nuestro destino. Y, sin embargo, esta esperanza es mucho más que optimista. Esta es una creencia en la supremacía de Dios sobre todas las cosas. Si dependemos de hombres (o mujeres) para ser nuestra salvación, estamos equivocados y seremos decepcionados. Y cuando la gente nos persigue, ya sea con palabras, cancelando la cultura o por la fuerza, podemos mantenernos firmes en nuestra fe en Dios que no nos abandona.
Si nos atacan, nuestra respuesta debe ser con gentileza y respeto y no con defensa. Una réplica mordaz, un comentario punzante o un comentario ingenioso pueden parecer satisfactorios en el momento, pero la oportunidad de la reconciliación se vuelve aún más lejana. Somos testigos del bien que es Dios y de la esperanza que tenemos en Jesús que abre el camino hacia la salvación. Si permanecemos en silencio, actuamos como jueces terrenales de aquellos que consideramos más allá de la redención al no brindarles esperanza. Y cuando hablamos, no es en un tono de superioridad o dominio. Debemos ser humildes y amables, recordando siempre que ninguno de nosotros merece la salvación y que no hicimos nada para ganárnosla.
La gente anhela la verdad y la curación incluso si intentan afirmar lo contrario. Hay algo en la forma en que estamos hechos los humanos, hechos a imagen de Dios, que nos lleva a lo que es bueno y justo. Nuestros cuerpos y mentes pueden estar dirigidos a la autocomplacencia, pero anhelamos que nuestras vidas no sean en vano.
El sufrimiento es parte de la vida. Nadie escapa a ello. Deberíamos estar dispuestos a sufrir porque Cristo sufrió por nosotros. Él es el ejemplo que debemos seguir. Aunque era inocente, Dios le permitió sufrir, y su sufrimiento trajo consigo el regalo más grande que este mundo jamás conocerá. Se nos anima a hacer el bien, incluso si a ello le sigue el sufrimiento. No tenemos control sobre otras personas ni sobre sucesos aleatorios. Tenemos control sobre nuestras actitudes, palabras y acciones. Que sean para siempre.
Versos de Memoria

M. T. Boyd. Capiteles de columnas en Esneh, 1873. Biblioteca Pública de Nueva York
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“Toda persecución es señal de miedo; porque si no temiéramos el poder de una opinión diferente a la nuestra, no nos importaría que otros la sostuvieran.”
—Phyllis Bottome





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